El bolso cancerbero de la vida es el más importante guardián de los secretos de una mujer.

Con inspiración en la mitología griega en la que el dios Cerbero reconocía y guardaba los secretos del inframundo, encontré una analogía con la única prenda del vestuario de la mujer que también conserva y guarda los secretos, ya no del inframundo, sino del mundo de los vivos y, en los tiempos que corren, de los acontecimientos sociales del portador o portadora.

Cerbero o Cancerbero era el perro de Hades dios del inframundo, un monstruo de tres cabezas que guardaba la puerta del reino de Hades

El bolso cancerbero de la vida es el complemento que recoge la historia de muchos momentos en la vida de la mujer a la que ha pertenecido.

El bolso traspasa las vicisitudes de una sola vida para mantener la de otras que les anteceden o les precederán.

Una visita que inspiró la analogía

Alguien llamó a mi móvil para donar unos bolsos al Museo del Bolso que tratamos de mantener vivo en esta página web.

La persona de mediana edad me mostró sobre una mesa de comedor en su domicilio, cinco bolsos que pertenecieron a su familia en el pasado. Todos ellos tenían una historia que contar.

Entre los bolsos mostrados había un par de ellos que traspasaban el umbral anterior al siglo XIX, eran dos ejemplares clásicos bordados a mano con microcristales y tonos florales. Pertenecieron a la bisabuela de nuestra generosa donante.

Otros tres bolsos eran más recientes, pero no por ello menos importantes, uno estaba datado en el siglo XIX y los otros dos en el siglo XX.

¿Que otra prenda de vestir puede encerrar mayor historia?. Los bolsos estaban en un estado impecable con signos indudables de uso.

Y tenerlos entre mis manos me trasportaba a unos lugares imaginarios que marcarían momentos de la época de la Belle Epoque.

Un complemento que se conserva

Sin duda el bolso es una prenda que se guarda y suele pasar de madres a hijas o de abuelas a nietas. Esa es la mayor relevancia de ese complemento.

El Bolso es capaz de transportarnos de unas épocas a otras y sobre él lanzar la imaginación libremente para componer escenas idílicas que el calzado, por ejemplo, es más difícil de transmitir.

El bolso, por el uso al que se le destina, es más duradero y su conservación mucho menos problemático que el calzado, al que he dedicado una parte de mi vida como profesor y como coleccionista e investigador de su historia y costumbres.

No podría transmitir los muchos sentimientos y emociones por los que atravesé en aquella vivienda al recibir el legado de aquella familia. Pero puedo asegurar que con la brevedad de una corta estancia, viví momentos verdaderamente entrañables que, aunque solo fuese por eso, mereció la pena y cobró sentido este museo del bolso al que dedicamos nuestros esfuerzos.

 

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