La Historia del Bolso

 Introducción

La Historia del Bolso es apasionante y recorrerla de la mano de la historia de la humanidad, un reto.

No ha sido fácil preparar esta incipiente historia del bolso; cuando hemos recurrido a informaciones anteriores, hemos comprobado que apenas se habla del bolso o la bolsa; para las antiguas civilizaciones, este contenedor que hoy es indispensable en el atuendo de la mujer, apenas si tenia más finalidad que la meramente útil por la necesidad de transportar objetos de un lugar a otro.

El bolso o la bolsa apenas figura en grabados, esculturas o pinturas referidas a indumentarias de la antigüedad, tampoco hay casi nada escrito sobre esta prenda. Hemos tenido que observar miles de grabados para encontrar algunos indicios y en base a ellos y a la lógica, redactar esta sencilla historia que será susceptible de ampliaciones y modificaciones.

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Lo que en la antigüedad fue un mero objeto de acarreo, hoy se ha convertido en un complemento bello e indispensable, pero esa transformación solo se produjo desde la revolución industrial hasta nuestros días.

Repasaremos los indicios de algunas civilizaciones y los legados que, como los egipcios, nos dejaron en sus maravillosas tumbas faraónicas sobre los bolsos antiguos.

Esperamos que esta Historia del Bolso, aporte luz sobre algunos aspectos oscuros de la vestimenta del ser humano y especialmente, sirva de fuente de inspiración para los diseñadores actuales

El bolso en la prehistoria

El comienzo del uso del bolso debemos deducirlo de la misma forma como se dedujo el principio del calzado, por ejemplo; el bolso, que hoy es un complemento indispensable para la mujer y sumamente importante en la evolución de la moda, debió tener unos orígenes mucho más vulgares; se supone que la antigüedad del bolso puede ser paralela a la de la propia humanidad, es decir, a la aparición del hombre como ser racional. Desde épocas prehistóricas, el ser humano tuvo necesidad de transportar pequeños utensilios que le eran habituales para sus necesidades básicas, tales como la caza o la alimentación, para guardar esos instrumentos de silex o piedra, primero y metal después, empleó bolsas hechas con hojas de árboles o pieles de animales que atadas o sujetas a un palo, las transportaría de un lugar a otro, eso era un bolso; pero no se conserva en ningún lugar ese tipo de bolsos o bolsa que nos confirmen esa existencia y es un hecho curiosos, ya que se han hallado calzados con antigüedades de más de 10.000 años, siendo esto del calzado un elemento menos dado a su conservación, ya que un calzado muy usado se rompe y un zapato roto se deshecha, mientras que los bolsos suelen conservarse mucho más en el tiempo, dado su menor desgaste y también el uso al que se le destinó, no es lo mismo guardar un zapato viejo y roto que ha ido soportando el deambular de su propietario y arrastrado por múltiples lugares, que un bolso que no suele estar en contacto con el suelo y por lo tanto tiene menos desgaste y mayores posibilidades de conservarse a lo largo de los años o siglos, sin embargo no ha sido así, lo que demuestra que el bolso como contenedor debió tener en la prehistoria un valor muy puntual y su confección no pasó de un trozo de piel sujeto o cerrado con otra cinta del mismo material o incluso de origen vegetal.

 

 

Nuestros más remotos antepasados eran conscientes de que, a diferencia de algunas especies de animales, no estaban dotados para soportar determinadas inclemencias climatológicas, tales como el frío o el excesivo calor  y previo a la utilización del bolso o la bolsa, tenían que cubrirse con los únicos elementos que tenían más a mano,  las fibras vegetales y las pieles de animales, pero el problema que debieron plantearse era como tratar, sobretodo las pieles, ya que lo inmediato era secarlas al aire o al sol, una vez extraída al animal, con ello se conseguía mantenerla pero el acartonamiento que experimentaban una vez secas, las convertía en elementos incluso cortantes y por supuesto, nada cómodas para realizar elementos de cubrición sobre la piel, para ello la engrasarían con grasa animal, pero ello no solucionaba el problema ya que las pieles engrasadas eran más suaves pero el olor sería nauseabundo, solamente con el descubrimiento de los taninos, que estaban presentes en algunas cortezas de árboles, tales como el roble, castaño, sauce y frutales, conseguirían una flexibilidad y tratamiento adecuado, pero para confeccionar y atar esas pieles se requería una aguja que perforase las pieles y la invención de la aguja de piedra o hueso con ojo, vino a solucionar una cuestión de mayor importancia como era preparar ropas para cubrirse y bolsas para transportar objetos.

Según las investigaciones arqueológicas, está fundamentado que los primeros pobladores partieron del continente africano y se adentraron en Europa, en busca de caza y sobretodo de animales de gran tamaño, según los expertos a través del corredor llamado “Levantino”, los nómadas se distribuyeron, tras cruzar el Mediterráneo, en Europa Occidental y Europa Central, para desde allí llegar a otros Continentes; podemos figurarnos el trasporte de sus medios básicos como se haría y las dificultades que entrañaría, de ahí que los pequeños contenedores como bolsas (morrales) fuese una necesidad primaria.

         

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